domingo, 14 de noviembre de 2010

Búsqueda de Aprobación

La necesidad de aprobación puede causarnos mucho daño. Ocupa demasiada energía diaria.

¿Por qué buscamos aprobación de los demás?

Pareciera que se trata de lograr ser a través del otro. Solamente ser si sabemos que nos quieren, si no somos abandonados. Ese es el principio de la verdadera soledad. Buscar la aprobación.

Pero en realidad estas conductas hacia el contento del otro, nos traicionan a nosotros mismos.



A veces, no nos perdonamos no haber sido aceptados por los demás. En realidad solamente es una percepción. Ni siquiera sabemos de cierto que nos aprueban o aceptan. Tenemos la capacidad de pensar diferente. No podemos resentirnos con nosotros mismos por no "estar a la altura" de lo que creemos que los demás quieren de nosotros. No podemos vivir una vida para los demás. Podemos servirles amorosamente, pero no en función de sus deseos, sino tal vez, apoyándolos en alguna de sus necesidades, sin sacrificios absolutos.

¿Podemos reparar esos afanes serviles para convertirlos en servicio útil?


Hay que dejar atrás muchas cosas, perdonarse, perdonar, ser perdonado. Perdonar para vivir. Y no voltear atrás.

Pues en la persistencia de volver al pasado, a los momentos en que nos sentimos rechazados y volver a insistir para que nos acepten aquellos que quedaron atrás, solamente nos negamos a tener hoy una vida plena.

¿Para que nos enojamos con lo que no pudo ser?

¿Por que no mejor nos autoaceptamos?

De cualquier modo, las relaciones en las que no se busca la aceptación del otro y nos podemos manifestar tal como somos, funcionan mejor, hay mayor verdad e incluso amor. No hay que castigarse por no haber recibido aprobación, ni seguirla buscando de manera obsesiva.

Hay una compulsión a la repetición en esto, que tiende a repetirse en las relaciones que se van intentando en el trayecto existencial. Si creemos no haber recibido suficiente aprobación de nuestro padre o madre, repetimos el patrón, nos obsesionamos por que alguien que hoy los representa, nos apruebe. Sobre todo si alguna vez nos sentimos abandonados por estas figuras parentales.

Alice Miller, en "El Drama del Niño Dotado" dice acerca del la búsqueda de afecto por parte del infante:

"Un recuién nacido depende de sus padres denga lo que viniere. Y como su existencia  depende de que consiga o no el afecto de éstos, hará todo lo posible por no perderlo. Desde el primer día pondrá en juego todas sus posibilidades, como una planta pequeña que se vuelve hacia el sol para sobrevivir".

Por eso, cuando a pesar de muchos esfuerzos por voltear hacia la aprobación del padre, está se percibió no lograda, el adulto ira en pos de aprobación constante de figuras que se le parezcan al progenitor. Esto queda grabado en el inconsciente y tiene que traerse a la conciencia para entender el por qué de los afanes compulsivos para obtener la atención del otro.

viernes, 20 de agosto de 2010

El Duelo Inacabable




Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura por donde el alma ha de ir a Dios, no se maraville el lector si le pareciese oscura.[1]

El tránsito por una noche oscura, así parece la depresión, el paso por la pérdida, por la falta que siempre se ha de sentir. Es el duelo, y esta palabra deriva del latín dolus: dolor. Dolor por el que se pasa, un proceso. Es la respuesta afectiva a la pérdida de alguien o de algo[2]. La noche oscura aparece en el estado de soledad y solamente se sale de ella aceptando que es parte del dolor de vivir. Pero no es el dolor del artrítico, que se acostumbró a vivir con su agresión contenida. Es un dolor que se ha de enfrentar en la cotidianeidad hasta no sentirlo, para sentir otra cosa. Vivir es pasar por el dolor, sufrir. Entonces a esta línea de dolor cotidiano se le vienen a sumar dolores pasajeros. ¿Para qué obsesionarse por salir de ellos con paliativos?

Desde un principio hay que decir que el duelo es un proceso, pero es percibido como un constante sufrimiento por quien lo padece. Se avanza en el proceso y surgen otras pérdidas, esta es la vida, la adquisición de nuevas realidades de manera constante. Se retira el afecto de algo o alguien perdido para ponerlo en otro, pues si se queda en lo extraviado, surge la enfermedad del apego irracional y esto es lo que impide la paz. No podemos estancarnos en la realidad del presente, pues éste siempre está dejando de ser y eso implica necesariamente pérdidas. Es mejor aceptar. ¿Por qué nos lastimamos más con el sinsabor del fracaso en la búsqueda de una felicidad inalcanzable? Siempre se pasa por despedidas de objetos y personas que se pierden, desde la más temprana edad y estos duelos, tienden a reeditarse cuando surgen otros que se parecen a los primeros. Melanie Klein, afirma que se aprende a aceptar la pérdida desde una temprana edad:

Desde mi punto de vista, hay una conexión entre el juicio de realidad en el duelo normal y los procesos mentales tempranos. Creo que el  niño pasa por estados mentales comparables al duelo del adulto y que son estos tempranos duelos los que se reviven posteriormente en la vida, cuando se experimenta algo penoso. El método más importante para que el niño venza estos estados de duelo es, desde mi punto de vista, el juicio de realidad...[3]

La realidad nos confronta. Se viene a la vida a ganar…y a perder. El duelo se hace cuando se pierde lo querido, cuando surge la conciencia de que algo falta. Se puede perder a alguien o algo, se puede perder parte de sí mismo, se pierde el tiempo de la vida. Las decepciones son pérdidas difíciles de asimilar. En cualquier pérdida, se cae en la desesperanza, que a toda costa se quiere ocultar. Hemos desarrollado una gran compulsión para evitar el dolor de la pérdida, el duelo. Sobre todo aquellas pérdidas que nunca se quisiera llegar a tener. Según Judith Viorst, “el duelo es el proceso por el cual elaboramos las pérdidas de nuestras vidas”[4]. El duelo es el resultado de una crisis que representa la pérdida sufrida.

La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución de amor propio. Esta última se traduce en reproches y acusaciones, de que el paciente se hace objeto a sí mismo y puede llegar  incluso a una delirante espera de castigo.[5]

A veces, puede uno prevenirse de una pérdida anticipada, a fin de evitar sentimientos dolorosos que en el pasado se tuvieron al perder un objeto querido,  pero castigándose, como si se pagara un anticipo por lo que se perderá, como si uno fuera culpable de que el otro se muriera, se despidiera o simplemente se ausentara brevemente.  Pareciera que eso es vivir también, por adelantado, el duelo. No hay duelo real por lo que no ha terminado. Eso es lo que hacemos con la vida, sentimos que la perdemos y por eso necesitamos de paliativos, de remedios temporales, de manera repetida. Una y otra vez intentaremos llenar los huecos que nos deja la labor de anticiparnos a perder la propia vida, a perder la relación con los sujetos y los objetos, a perder a las distintas personas que vamos siendo a lo largo de la vida. Pero el duelo no es más que terminar de matar al muerto, acabar con lo que se ha acabado. La separación implica además un evento traumático que es necesario superar con un proceso de duelo.

Pasar por un tránsito doloroso, esa es la experiencia relatada por el  depresivo que ha recuperado un estado de ánimo gozoso.  El origen de las depresiones profundas es tener que pasar una y otra vez por dicho lugar siniestro, por aquella situación en que algo hizo falta; en una repetición martirizante; a veces, porque se ha convertido en una fuente de ganancias de todo tipo, sobre todo producto de la compasión y lástima producida. Pudiera haber en esto la evocación del primer desengaño del bebé que se siente amado y protegido por su mamá y que de pronto se ve traicionado porque ella ha destinado su atención a algún otro.

Sentimos rabia y odio por los muertos de la misma manera que un niño odia a su madre cuando ésta se va. Y, al igual que esta niño, tememos que sea nuestra rabia, nuestro odio, nuestra maldad lo que los ha hecho desaparecer. Sentimos culpa por nuestros malos sentimientos y también una culpa intensa por lo que hemos hecho y por lo que hemos dejado de hacer.[6]

Odio y amor, ambivalencia presente en toda neurosis.
“El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma”.[7]

Hace casi cien años Abraham[8] (1911) proponía la siguiente fórmula en el hipotético fraseo de un paciente deprimido: “la gente no me quiere, me odia…debido a mis defectos innatos. Por eso soy desgraciado y estoy deprimido”. El deprimido se retrae de la vida social, cree que lo odian y que es mejor vivir aislado, no despertar. Esto ocurre muy frecuentemente como producto del rechazo. Hay un desapego libidinal del mundo externo, que está acompañado de la queja de haber perdido el interés e incluso el amor de los demás.  


[1] San Juan de la Cruz: Subida al Monte Carmelo.
[2] Víctor M. Pérez Valera, S. J. Aspectos Espirituales y Religiosos del Duelo por la Muerte de un Ser Querido, México, Universidad Iberoamericana,

[3] Klein, M. (1940) El Duelo y su Relación con los Estados Maníaco – Depresivos, Barcelona, Paidós, 1990. pág. 347.
[4] Viorst, J. (1986). Pérdidas Necesarias. Madrid, Plaza & Janés Editores, 1990.
[5] Freud, S. (1919) Duelo y Melancolía...
[6] VIORST, Judith (1986) Pérdidas Necesarias, Barcelona, Plaza y Janés 1990, pág. 265.
[7] Freud, S. Duelo y Melancolía...
[8] Abraham, K. (1911). Notas sobre la Investigación y Tratamiento Psicoanalíticos de la Locura Maníaco-Depresiva y Condiciones Asociadas. En: Abraham K. (1994) Psicoanálisis Clínico. Buenos Aires, Lumen – Hormé. 

miércoles, 28 de julio de 2010

Actos Impulsivos

Debido a la propensión inconsciente al autosabotaje o al miedo de ser absorbido por la pareja, de pronto se pueden cometer actos demasiado impulsivos, bajo la forma de una agresión desastrosa en contra de la persona amada. Algo que tal vez ya no pueda tener remedio. Ese es uno de los riesgos de amar, que a veces, se pudiera perder todo. Pero hay que tomar los riesgos y saber que si se pierde, la vida abrirá nuevas puertas.

miércoles, 7 de julio de 2010

Identificación con alguien Bueno


Existe un grupo interno, un conglomerado de personajes que hablan dentro de uno mismo. Se trata de las identificaciones con personas significativas en el trayecto existencial. Son quienes han influido. Una persona influyente es aquella que procura identificaciones en las personas con quienes trata.
Para tener personas buenas en ese grupo interno, son necesarias las identificaciones positivas. Mejorar implica tener acceso a las historias de vida de personas que son consideradas, buenas e incluso santas. Pero el concepto de santidad pudiera estar tergiversado. Se es santo cuando se está más cerca de Dios. El contacto consciente con un Poder Superior a nosotros, que sea básicamente bueno constituye una manera de adquirir santidad.
Entonces, debiéramos buscar personas cercanas a Dios con quienes nos podamos identificarnos.
¿Cómo les podemos encontrar? Primero, con una buena disposición a ello, con Buena Voluntad. Cuando se logra tal identificación y se introyecta en el grupo psíquico interno, se puede mejorar.

Mediante la identificación se corren riesgos, por ejemplo el caso de la follie a deux que Obendorf[1]

postulaba como la inducción de una segunda persona por una primera mentalmente enferma. En verdad, muchas personas que se autoproclaman como santos, no lo son y más bien son psicópatas, que actúan su patología constantemente, algunos de manera escindida del “santo” y otros de manera egosintónica con el personaje que actúan. Esto se da mucho en los líderes carismáticos que capturan seguidores ávidos de contar con un reforzamiento a su débil estructura yoica.
Pudiera hablarse entonces de una proclividad de algunas personas a identificarse con una persona idealizada, a la que se considera “santa”, en un anhelo por conseguir algo que previamente ha formado parte de una construcción psíquica ideal, del ideal del yo que Freud en 1921 concibió en Psicología de las Masas y Análisis del Yo.[2]
Se busca a alguien bueno, pero se idealiza a alguien malo. Esa es la tragedia de quienes buscan la trascendencia.


[1]Oberndorf, C.P. (1934). Folie a Deux. Int. J. Psycho-Anal., 15:14-24.
[2]Freud, S. (1921). Psicología de las Masas y Análisis del Yo. En Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1989. 

miércoles, 2 de junio de 2010

Personalidad Escindida

¡Eres un borderline, un psicópata!


Esto le puede decir una psicoanalista a alguien que no acierta a comportarse “íntegramente”, esto es no poder seguir una línea de comportamiento constantemente o bien no continuar proyectos de manera permanente, sino cambiar a otros temas, así nada más, de pronto. Incluso cambiar de relación. Como si vivieran dos o más personas en el mismo ser.



Pero tener una personalidad escindida, darse cuenta de ello y además, sí además, disfrutar cada una de las facetas, estando consciente de las demás, es todo un éxito. Al menos así lo considera quien esto escribe.



No, no es una burla para las codependientes. De ninguna manera. Perdería lectoras, aunque ellas, con algo de envidia, podrán ver que no todo para el escindido es estar en el mismo sitio sintiéndose siempre igual. Sobre todo si ya se tiene algún tiempo de haber escapado de ciertos infiernos, es decir, de aquellas facetas de personalidad que no eran halagüeñas.



Así, alguien escindido, que sienta que tiene “varias personalidades”, que tienda a actuar de manera impulsiva en forma diferente, debe preocuparse solamente de disfrutar cada momento de su vida en “escisión”. Es decir, se deben sublimar las facetas autodestructivas, encontrar el goce en cada cosa que se hace. A eso hemos venido.

martes, 1 de junio de 2010

VOLVER

A veces se desea volver a la etapa de juventud. Sin cometer errores. Pero éstos siempre se cometen y uno de ellos es “tratar de volver a donde una vez se tuvo felicidad”. Hay que disfrutar lo que hoy se tiene y agradecer al Ser Supremo Universal. Sin embargo, siempre estará ese deseo de volver allí. Mejor hacerlo de otra manera, con el conocimiento que se tiene hoy de sí mismo. Carlos Gardel Cantaba la letra de Alfredo Le Pera:

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno. Es la remembranza de lo que pasó, que de pronto se hace presente. La regresión no es solamente a etapas infantiles, sino también a los momentos que la libido se posó apasionada, tal vez, en lo profundo de un bosque en la enamorada excitada y el joven asustado.

No se puede volver pues a esas luces, pues…son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor y aunque no quise el regreso siempre se vuelve a su primer amor. Se llega a despreciar la claridad de hoy a cambio de la nubosidad del ayer. Hay que recordar por qué terminaron las cosas y si se vuelve, tomarlo solamente como una nueva aventura del día de hoy. Si no, se estaría dispuesto a…Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver. Y eso no es cierto, se cambia constantemente de forma de pensar. Hoy me gustaría estar en esa pasión, pero tendré que hacer muchas cosas para lograrlo, muchos malabares y renuncias al presente, causando dolor a quien hoy se quiere estrechar a mí. Pero insisto en la aventura, quiero arriesgarme a sentirme joven otra vez. Pagaré el precio…y por eso…Tengo miedo el encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida, tengo miedo de las noches que pobladas, de recuerdos encadenan mi sufrir. Se quiere estar en el pasado por la angustia que produce el presente. ¿Habría alguna forma de salir de esta situación de forma sublime? Sin huir, sino enfrentando lo que viene y aceptando el dolor de la ambivalencia de amar y odiar; de la soledad que produce…pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar, mas el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión. Cual escondida la esperanza humilde es toda la fortuna de mi corazón. Pues no parece, porque cuando se cambia en el transcurso de la vida, lo pasado suele parecer extraño.

Inconscientemente, vive la esperanza, como vive la culpa. Vive el anhelo, de volver a gozar, es la búsqueda de un estado espiritual de bienestar. El amor es eso, y se queda alojado en lo profundo del ser, por eso, cuando se ha tenido al amor varias veces, se quiere volver, aunque se sabe que será…con la frente marchita…Desear alejarse de hoy y volver al ayer. No, es en realidad un deseo de trascendencia que se liga a alguna felicidad pasada.

El deseo de un estado de plenitud espitirual nos hace buscar, incluso en actividades compulsivas dañinas. Jung así se lo proponía a Bill Wilson, el fundador del AA. La búsqueda del espírirtu, el clamor de cada indidivudo por lograr lo que se ha tenido en algún momento inspiracional. Aunque a veces recibamos dos o más oportunidades de éstas al mismo tiempo. Es un anhelo que se siente pero no se entiende.

Pero ya iniciada la aventura de volver, parece intensa, pasional, aunque se sabe insostenible. ¿Renunciar a la juventud o renunciar a la libertad?

Pero entonces llega el recuerdo de por qué las cosas llegaron hace años a su fin. Era la agresión insoportable, la poca voluntad de cambiar. Solamente fueron unos días en el que al tratar de volver, me di cuenta de que no se puede retornar al lugar en el que se fue feliz ni se puede estar de nuevo con el amor pasado. No se puede vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver. En eso consiste el cambio.

sábado, 22 de mayo de 2010

El miedo a morir y a no ser amado



El miedo a morir a veces entra en contradicción con el miedo a ser amado, venciendo éste en la lucha. No ser querido cuando se tienen demasiadas expectativas de serlo produce una angustia inaguantable, que deprime. Tiene que ver con la forma en que cada individuo se valora. mLa muerte tiene certidumbre y no hay para dónde hacerse. Sólo se puede creer en algo más allá.

Puede  que el cálculo inconsciente del ideal del yo sobre la inmortalidad se confronta y hay que despedirse de la posibilidad de un sí mismo infinito. La muerte posible angustia. Ante ello, se proponen diversas maneras de enfrentar el miedo a morir. La religión siempre ha sido la más socorrida. En el evangelio de Lucas, Jesús dijo:

"Pónganse derechos y alcen la cabeza, que se acerca su liberación" (Lucas 21:28).

Pareciera que hace un llamado a que, después de la vida terrenal, habrá una liberación tal, que no habrá por que sentir miedo. Muchos de los grandes momentos místicos de la humanidad se hallan referidos a la pérdida de ese miedo para poder superar el duelo de saberse mortal.

Pasar por el duelo en forma cotidiana es subir una montaña; esfuerzo al que se agregan las vicisitudes derivadas de otras pérdidas, principalmente de objetos, incluídas personas, de las que de alguna manera se dependía.

La dependencia rota, en la cual la persona que ha sido dependiente durante mucho tiempo, de pronto ve rota esta clase de vida, por ejemplo en el caso de una mujer que ha sido dependiente toda su vida, del padre, del marido y repentinamente surge una situación de muerte o divorcio, puede ser el detonante de una depresión severa. Así lo maneja Colette Dowling, al describir el “complejo de cenicienta” y su relación con la dependencia:

“La dependencia psicológica personal – el deseo profundo de que otras personas cuiden de nosotras – es la principal fuerza que mantiene sujetas hoy día a las mujeres. Le doy el nombre del “complejo de Cenicienta”: un entramado de actitudes y temores largamente reprimidos que tienen sumidas a las mujeres en una especia de letargo y que les impide el pleno uso de sus facultades y de su creatividad. Como cenicienta, las mujeres esperan algo que, desde el exterior, venga a transformar su vida”.[1]

Esta ruptura vincular, genera una sensación muy grande de falta, pues se tienen dos clases de angustia, una por la separación y otra que pudiera aproximarse a una sensación de ser aniquilada, debido al miedo de perder la fuente de sustento, de alimentación que la dependencia causaba. Una dependencia causante de resentimientos. Se depende de una expectativa y no se perdona a quien no la cumple, ni a uno mismo.

Pero, antes de la angustia de muerte está la de ser abandonado. Se pasa de la sensación de soledad a la de saberse en peligro y el objeto codependiente no regresa. No se quisiera vivir en soledad.  Desde lo psicosocial, si ante las nuevas configuraciones vinculares, lo mejor sería aceptar a un hombre o mujer solitarios que ya no quisieran tener un compromiso de pareja y que no por ello se les estigmatizara. Hay que explorar esa posibilidad. Todas las personas solitarias que hoy no son visitadas por nadie y que enfrentan cotidianamente el temor a morir solas. ¿Qué significa el mal deseo de otros, de condenar a la “muerte en soledad”.

“Murió sólo” frase que despierta temor. Los panegíricos dicen a veces, “murió acompañado de sus seres queridos y en paz espiritual”. Esto último es lo socialmente deseable. Estar solo y morir así es condenable, no se puede ser feliz si se muere sólo.

En primer lugar, hay que visualizar qué clase de apego se tiene con otros objetos[2] significativos.

En segundo lugar, cabe observar qué miembro de la pareja tiene más miedo a la fusión o deseo de separación – fobia al compromiso – y cual mayor temor a la separación o deseo de fusión – fobia a la falta -, aunque también hay que establece situaciones de alternancia entre ambas fobias.

No hay que dejar de reconocer también la incapacidad de amar, que parte de la impotencia para establecer vínculos significativos y duraderos.

En los rompimientos amorosos, hay que seguir disfrutando de la vida, pues aunque se da la falta de alguien, de cualquier manera se presentan momentos de felicidad. Al dolor más profundo de la falta, la depresión que está en la sima, el afecto más doloroso, se le teme, con razón y se cree entonces que si se está viviendo algo bueno – por experiencias desagradables del pasado – esto tiene que terminar en algún momento y es preferible hacerlo sin tanto dolor como el que se teme.

Es como si se pensara que va a venir un huracán y que fuera mejor huir antes de que golpee. Pero tal vez las relaciones no sean así y este temor al futuro debiera enfrentarse con fe.

Aquí puede insertarse adicionalmente un miedo particular, el miedo a fallar, el perfeccionismo y las consecuencias que, incluso mortales, suicidas, puede llegar a tener. Esto lleva implícito la tendencia que se tiene, debido a la pulsión de muerte, de no disfrutar los éxitos, esperando uno mayor. Blatt ha escrito un artículo sobre la destructividad del perfeccionismo, en el que retoma tres casos de hombres brillantes que cometen suicidio en un momento cumbre de su vida, debido a que lo logrado, exitoso para quienes le observan, no es suficiente para ellos[3]. En efecto, el perfeccionista, por temer una crítica excesiva, una imposición de conciencia que le castigará por no llegar finalmente a lo anhelado, tenderá a inflingirse el mayor castigo, a pesar del éxito, derivado de una trágica inhabilidad de saborear logros.

¿Cuándo se llega a este estado? Haber llegado lejos en el trayecto existencial y no sentirse jamás satisfecho. Vaya forma de infelicidad.  Surge entonces una contradicción, se teme a la muerte, pero es preferible tenerla muerte real que la muerte pública. ¿Qué es lo que persigue a esta clase de personas?

La culpa, diría Freud en “los que fracasan cuando triunfan”[4]. La culpabilidad, en cierta fase de las separaciones, se magnifica y se convierte en obsesión. Esto se puede superar si se  recuerda que el duelo es un proceso y los sentimientos negativos son pasajeros, constituyen una forma de cambio en donde uno a uno irán resurgiendo del pasado sucesos ocurridos, por lo que emerge la culpa, el remordimiento, el odio y los resentimientos; vienen las justificaciones y el doliente trata de lograr para sí un estado en el que se asuma como bueno, aunque el cambio implica reconocer y aceptar ña responsabilidad de lo ocurrido para que la relación se rompiera, para así dar nuevos pasos hacia delante en la trascendencia.

En la vida moderna, la negación del miedo a morir, hace mentir a todos. Algunos incluso dicen que Dios es una gran mentira que nos decimos porque tenemos miedo a morir. La mentira es social, todos nos mentimos para obtener el privilegio de “vivir mejor”. Empezando por los dueños del poder, la mentira surge.

Soren Kirkegaard es una historia de un depresivo. Sin embargo, meditaba en un parque muy bello, en el jardín real de Copenhague. Un depresivo rico que sufrió la pérdida de su madre y cinco hermanos en un lapso de quince años. Su filosofía es un intento de repararse de la melancolía surgida de esas pérdidas, una manera de perdonar al destino y de perdonarse. Sin embargo, no vivió mucho, apenas cuarenta y dos años.


El deseo de vivir más tiempo podría tener que ver con un intento filogenético del ser humano por perpetuarse en otro confín del universo. Es decir, si se vive más, seremos capaces de vivir durante todo un viaje interplanetario para llegar a colonizar otro lugar y reproducirnos.  Vivir más, viajar más rápido.


[1] Dowling, Colette (1981): El Complejo de Cenicienta, el Miedo de las Mujeres a la Independencia, México, Editorial Grijablbo, 1987, pág. 35.
[2] Debe reiterarse que aquí s utiliza el témino objeto para denominar incluso a personas.
[3] Blatt, S.J. (1995). The Destructiveness of perfectionism. Implications for the treatment of depression. American Psychologist, Vol 50 No. 12. Washington. American Psychological Association.
[4] Freud, S. (1914) Los que ffrecasan cuando triunfan. . Obras Complatas. Buenos Aires, Editorial Amorrortu, T. XIV. 

sábado, 13 de marzo de 2010

Agradecimiento, Gratitud

El agradecimiento es activo. Si se está agradeciendo es que algo se hace. Es además una forma de enmendar un estilo de vida insano, tóxico. Una forma de vivir que tal vez le ha causado daño a otros.

Existen diversas formas de agradecer.Sentirse agradecido es una experiencia vital importante. Amanecerse agradecido, tal vez con una lista de agradecimientos que s ele puede hacer a Dios, ese poder superior a nosotros, ese Arquitecto Universal, es el punto de partida para tener una buena calidad de vida espiritual Hoy. Adecer nos hace ver o bueno de la humanidad y nos aleja de la maldad.

Si elegimos agradecer y nos alejamos del resentimiento, la serenidad aparece. Cuando agradecemos activamente, nuestra personalidad se transforma positivamente.

A continuación ofrezco algunas ligas con sitios que tratan el agradecimiento:

http://www.gratefulness.org/
http://blog.ezinearticles.com/2010/03/im-grateful-for-article-template.html

Existe en este momento una creciente cantidad de personas que actúan el agradecimiento y con ello construyen una cultura de Paz.

lunes, 15 de febrero de 2010

La Psicoterapia, Ayuda en la Identificación de Emociones

Un psicoterapeuta bien entrenado puede ayudar a identificar emociones.

Continuando con el agradecimiento, en su sentido emocional y curativo, es importante tener una guía que nos permita saber cotidianamenta, cuáles son las cosas por las que se tiene que estar agradecido y actuar consecuentemente. Se trata de agradecer por ser y por tener. Primero por lo que se es y en este sentido, cabe identificar los progresos que se realizan en el cambio que nuestra psique tiene cuando hemos decidido entrar en un proceso de Crecimiento.
Identificar esta emoción, por ejemplo por la mañana, preguntando ¿Por qué estoy agradecido? y hacer una lista de ello, puede permitir iniciar el día de distinta manera. Normalmente, una lista de agradecimientos, ayuda a salir de estados depresivos temporales.
Es cierto, se agradece lo que se valora, pero puede identificarse lo que se valora si se conoce qué es estar agradecido y va surgiendo en esta mente una serie de cosas que nos producen esa emoción, que implica la sensación deirresistible de actuar positivamente hacia algo alguien debido a un bienestar recibido: dar algo activamente a esa fuente de bondad (Klein, en Envidia y Gratitud, 1957).
Un ejemplo: cuando se está agradecido por la propia creatividad, que permite salir avante de cualquier problema, se elimina la envidia destructiva y esto contribuye a mejorar las relaciones con otros.
Cuando se agradece lo que se es, en términos de las nuevas posibilidades existenciales, se elimina la desesperanza y se va saliendo de la depresión.

Identificar las fuentes de lo bueno que se recibe y relacionarlas con la emoción de agradecer, puede ser facilitado por un psicoterpeuta psicoanalítico. Sobre todo, en el sentido de que se pueda obtener el beneficio de identificar las díadas envidia - gratitud y dárle a ésta última el peso curativo necesario.

sábado, 23 de enero de 2010

Gratitud y Auto Perdón


La gratitud permite el perdón de uno mismo por los errores cometidos.
Siempre es bueno orar para pedir capacidad de perdonarse por los errores pasados, presentes y futuros.
No hay que esperar el perdón de otros, sino el propio.
Hayque abandonar esa mala costumbre de juzgarse severamente por los errores cometidos.
Debe verse siempre con bueno humos la falibilidad de todos los actos propios. Así es la vida.

En realidad, la incapacidad de perdonarse es un rasgo narcisista muy grave. Tiene que ver con la vergüenza que se siente de no estar a la altura de los ideales más escondidos. Hay que reconocer que nunca se logrará estar a la altura de ese registro inconsciente y que no hay que sentirse mal por ello. Nunca se sabe, pero lo que pudo considerarse un error, hoy es lo que nos acerca a la felicidad. Las pérdidas son necesarias en un Plan Universal y hay que aceptarlas.


El auto perdón es la acción voluntaria de abandonar las creencias personales acerca de que existe forzozamente una consecuencia punible contra uno mismo cuando se ha actuado injustamente en contra de alguien, de uno mismo o de algún decreto o promesa realizados. Esto viene acompañado por el desencadamiento de sentimientos debilitantes, como estar enojado, con sentimientos de odio, de condenación, devaluación o de aborrecimiento de sí mismo. Esto puede desencadenar pensamientos obsesivos e incluso ser uno de los pilares de una depresión grave. Por ello, al tener un proceso de perdonarse a sí mismo, comienza un proceso de mejoría psíquica innegable.

viernes, 22 de enero de 2010

La Gratitud: Una Emoción




Desde el punto de vista psicológico, la gratitud viene a ser una emoción. Si bien es una emoció positiva, fácil de sentir, pero difícil de describir con palabras. Las cosas buenas de la vida se reciben con un espíritu agradecido. De ahí que el éxito requiera esta clase de preparación, que puede considerárse dentro del ámbito espiritual. Es decir, la gratitud es un paraje que se encuentra entre la vida emocional y la espiritual, entre la salud mental y la espiritualidad. Pudiera decirse que quien se siente agradecido, alcanza una mejor salud mental. Fitzgerald (1998, citado por Emmons, 2004) ha identificado tres componentes de la gratitud:


  1. Un cálido sentimiento de aprecio por algo o alguien.

  2. Un sentimiento de buena voluntad hacia dicha persona o cosa.

  3. Una disposición para actuar que fluye del aprecio y la buena voluntad.


Un sentimiento de gratitud generalizado genera una consecuencia positiva en el desarrollo social. Si no sentimos una gratitud aparentemente espontánea, tal vez podríamos "hacer como si la sintiéramos". Es muy probable que muchas de nuestras creencias y pensamientos negativos cambien.

miércoles, 20 de enero de 2010

La Gratitud



La gratitud es un ejercicio que se puede hacer diario. Mucha gente lo hace en oración. Esto genera una mejor aceptación existencial. Hacer una lista de lo que se es y lo que se tiene de bueno y agradecer por ello, permite tener una "plataforma de lanzamiento" para iniciar mejor el día y puede ayudar a comobatir una estado depresivo. Además, provee de un crecimiento espiritual insospechado.

Pero la mejor forma de expresar la gratitud es el servicio a los demás. Servir con agradecimiento por lo que se ha logrado de la vida, puede generar un nuevo cúmulo de ideas creativas.

La gratitud es una emoción, no hay que olvidarlo. Uno puede sentirse agradecido y esto está emocionalmente diferenciado de otras vivencias. Es una emoción positiva que ayuda.

Por eso, todas las mañanas, debemos invitarnos a realizar una lista mental e incluso escrita, de agradecimientos.

sábado, 9 de enero de 2010

Seguir en la actitud de perdonar.



Mantenerse en un camino que permita la adquisición de madurez espiritual. Tal vez se trate de orar para que nuestros supuestos enemigos obtengan los mismos beneficios que nosotros obtenemos de la vida. Que no haya deseos destructivos en contra de quienes nos han hecho daño. Quizás solamente sea desear que la voluntad del creador se cumpla en todos los que nos relacionamos entre sí.
Dar y no esperar recibir nada. Simplemente desear el bien para todos.
Percibir que la vida no es angustiante, que todo pasa y existen nuevas formas de experiencia, que la vida va cambiando, por simple o compleja que pudiera parecer. Al perdonar y desear el bien a alguien que nos ha hecho daño, nos prevenimos de que otra persona similar nos dañe, ya no nos sorprenderá.
¿Difícil? Claro que lo es, y solamente seres perfectos lograrían perdonar totalmente, acceder al Perdón Universal. Pero por lo menos sería bueno mantener esta actitud, hacer como sí…
Cada vez que un resentimiento nos aborda, hacer como si ya le hubiéramos perdonado, como si deseáramos que le fuera bien, como si estuviéramos seguros de que le va ir bien a ésa persona que odiamos y a sus seres queridos. Tal vez en ese momento estamos logrando que nos suceda lo mismo, que al perdonar a otro, nos perdonamos a nosotros mismos. Tal vez la ira y los deseos de venganza que nos empujan a actos impulsivos que luego lamentamos, se esfumen y nos den libertad para llevar una vida mejor.

jueves, 7 de enero de 2010

Capacidad de Demora en el Año Nuevo



No incurrir en actos impulsivos puede ser un buen propósito de año nuevo. Para lograr esto, hay que tener conciencia de uno mismo y de la propensión que se pudiera tener para actuar en respuesta inmediata a una emoción sentida. Sobre todo el enojo.
Pudiera decirse que como resultado de la frustración de la “crisis” que se vive, mucha gente es propensa a enojarse y culpar a otros de su supuesto fracaso. Este enojo puede conducir a realizar actos destructivos, por ejemplo hacer comentarios envidiosos que puedan herir a alguien que se acerca a saludar con buena intención. Tal vez ya ha sido costumbre herir con palabras, incluso pudiera ser una costumbre familiar ejercer la crítica destructiva. Esto podría conducir incluso a una escalada violenta, si quien recibe el odio contesta con lo mismo y precisamente esta actuación vendría a ser otra forma de manifestación impulsiva de la ira, no tratar de recibir amorosamente la crítica destructiva, darnos cuenta de que tal vez nuestro interlocutor nos está señalando algo que nosotros estamos mostrando de manera demasiado ostentosa. Hay que explorarlo.
La ira que surge cuando no toleramos la crítica pudiera ser muy quemante; puede hacernos sufrir al darnos cuenta de que no recibimos el aprecio de ciertas personas. Pero no debemos resentirnos con ellas, más bien hay que esperar que llegue la fortaleza necesaria para tolerar y además reconocer qué nos puede servir de esos comentarios destructivos.
Otras manifestaciones impulsivas pudieran provenir del miedo, de esa emoción que, por ejemplo, estaría relacionada con la necesidad de acompañamiento, de no sentirse sólo y que pudiera reflejarse, en tener relaciones sexuales de manera impulsiva con alguien poco recomendable o de una forma que ponga en riesgo la relación de pareja que actualmente tenemos y que nos ha costado tanto trabajo conseguir y conservar. Esta es una forma de infidelidad, que se aparece como una reacción al miedo a la soledad. Esta clase de temor, puede también provocar el sometimiento a relaciones abusivas, en una necesidad enfermiza, obsesiva de obtener el reconocimiento, el pretendido amor del otro que pudiera percibir una ventaja en el desvalimiento emocional que presentamos.
La destrucción contra los demás y contra uno mismo, por medio de los actos impulsivos derivados de una deficiente identificación emocional y escasa capacidad de demora, es una vivencia que debiéramos mantener a raya, pero esto solamente puede lograrse con el autoconocimiento, que bien puede lograrse en un proceso psicoterapéútico.