domingo, 23 de octubre de 2011

Para vivir un día a la vez, es necesario tener una dosis constante de fe, hay que usarla y renovarla. La renovación de la fe tiene que ver con el servicio a los demás y en la mirada que dedicamos a ojos llenos de gratitud. Ese debe ser nuestro único pago, la gratitud sin palabras que nuestro corazón percibe, cuando ayudamos en verdad a alguien, aunque esta persona no se de cuenta. El espíritu de las personas servidas, alimentan nuestra fe y nos permiten ir hacia adelante, un día a la vez.

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