lunes, 9 de junio de 2008

Compulsión a la Repetición

“En el origen de este dolor universal esta la sed de existir, la sed de los placeres que experimentan los cinco sentidos exteriores y el sentido interior, e incluso la sed de morir”
(Buda en: Dalai Lama y Carriere, 1995: 32).

Se dice que la adicción es una enfermedad progresiva y mortal (Narctóticos Anónimos, 1986), esto implica concebir a la adicción como un proceso (Nakken, 1996), una “forma de vida”, un proceso autodestrutivo.

Cuando se elimina o se suprime al menos temporalmente un síntoma adictivo cabe preguntarse: ¿Ha terminado con ello el proceso autodestructivo? ¿Por qué el adicto dirige constantemente e incluso de manera inconsciente la agresión hacia sí mismo? Esto, en un sentido clásico(Freud, 1914) implicaría ratificar la alta correlación entre adicción y depresión.

El adicto busca la muerte, no quiere esperarla. Pero lo paradójico es que también su conducta adictiva está ligada al temor de morirse. Necesita activar el sentimiento de omnipotencia – maníaco – que mantenga a raya a la muerte o al menos que la vuelva su amiga. Díganlo si no quienes rinden culto a “la santita”. Mantener una distancia pero ser acompañado por ella, jaloneado en momentos de aparente descuido, adelantando el desenlace.

La compulsión depresiva, la búsqueda de un estado nirvánico, lleva al encuentro con la muerte, pero este principio fanático se ve confrontado por el principio del placer, lo que lleva a sentir angustia de muerte e implica el alejamiento, usar un medio adictivo para sentirse omnipotente, sin embargo, esto lleva al adicto a un estado de aburrimiento – sensación subjetiva de vacío – que lleva al deseo de muerte, a la actuación de la compulsión depresiva mediante otro síntoma adictivo.

Este verdadero círculo vicioso, puede muy seguramente acompañarse de estados mneuropsicológicos cambiantes, que incluso varían en un lapso muy corto de tiempo, por ejemplo la adicción a la nicotina.

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