viernes, 15 de febrero de 2013

No somos ni seremos lo que deseaban



Encontrarse a sí mismo implica renunciar a las influencias del ideal parental. Más aún, si dicho ideal estaba viciado por la psicopatología de ambos padres.  Dicho ideal parental se instaló en el inconsciente cuando se formaba el carácter y ahora es confrontado por la realidad. El Ideal del yo se mira en el espejo del principio de realidad. Aunque hay que señalar que dicha realidad bien puede estar afectada por problemas de percepción y pensamiento.
Lo que hoy vemos en nuestro entorno, puede no ser la realidad. Lo que ve nuestro inconsciente tampoco tiene certeza y lo que este nos dice que debió haber sido, también era una visión incierta de la propuesta parental para nosotros en los albores de nuestra existencia.
Si no hay ningún acuerdo entre todas estas instancias ¿para qué preocuparnos o reprocharnos nuestra falta?
Por ejemplo, el caso de la autolesión bien puede ser un paso al acto del deseo de ser uno mismo separado de quien fantaseadamente trata de imponer ciertos ideales, en mucho la madre que se ha instalado como parte de nuestro grupo psíquico interno. Ese violento acto de separación, el corte doloroso de la piel, sometido a un impulso mortal irrefrenable, es precisamente la acción que el ego solicita en el fondo aunque la forma aparece equivocada.
El desarrollo de la identidad tiene que ver con una sucesión de intentos de separación de los objetos parentales en la que paradójicamente se les necesita en la medida en que se avanza hacia la individuación. Se les necesita como referentes y en ello muchas veces concurre toda una cadena de frustraciones que han de ser superadas. El desarrollo psíquico viene a ser entonces la solución de un conflicto, donde concurren al campo de batalla una fantasía y una percepción. 

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