miércoles, 22 de abril de 2009

Una definición de adicción y la Negación


“Una adicción es una actividad ostensiblemente placentera que causa daño repetidamente, debido a que la persona adicta, de manera involuntaria y no intencional adquiere la inhabilidad de regular la actividad y tiene una urgencia persistente de estar inmerso en dicha actividad. Un sistema psicológico, llamado negación, es creado alrededor de dicho comportamiento nocivo. La negación permite al adicto continuar su actividad adictiva a pesar de sus consecuencias dañinas”.[1]

La negación es un componente fundamental de la adicción y no es un aspecto fisiológico. Se trata de una de las partes psicológicas de la enfermedad. Cuando se está ante un adicto, resalta el hecho de que el proceso adictivo, debido a la negación, está acompañado de justificaciones, de actos que hacen aparecer a la persona de manera muy convincente como si no fuera adicta. De hecho, llegan a mantener una “fachada” de personas sanas, sin embargo, la condición de adicto poco a poco se va haciendo más evidente.
[1] Johnson, B. (1993). A developmental model of addictions and its relationship to the twelve step program of Alcoholics Anonymous. Journal of Substance Abuse Treatment 10: 23-24.

sábado, 18 de abril de 2009

LA ENVIDIA 1


La envidia es una emoción que tiene muchas variables (odio destructivo, displacer emocional, resentimiento, insatisfacción con lo que se tiene) que se produce debido a darse cuenta de que otro u otros poseen atributos que uno no tiene y que le gustaría tener.

Actuar la envidia destruyendo los intereses de otro, tiene un precio que a veces es muy alto, se pierde muchísima energía psíquica envidiando. Es producto de acciones de las que siempre habrá arrepentimiento y normalmente una acción envidiosa no produce ninguna ganancia secundaria.

Darse cuenta de que se siente envidia y no actuarla, ayuda a la serenidad.

jueves, 16 de abril de 2009

HOY ERES LO MEJOR


LOS PENSAMIENTOS PESIMISTAS SIEMPRE ATACAN A LAS PERSONAS QUE SON ADICTAS A LAS RELACIONES DESTRUCTIVAS. LLEGAN A CREER QUE SE MERECEN TENER EN SU VIDA ALGUIEN QUE LAS MALTRATE.






Hoy puedes decirte que eres lo mejor que has podido ser. Puedes trabajar en amar lo mejor de ti mismo y no temer lo peor. Eres una persona maravillosa y en crecimiento, con dones y cualidades que te hacen ser lo que eres. Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento. Estás a cargo de tu vida y tu propio crecimiento. Puedes elegir pensar de manera positiva, con pensamientos amorosos acerca de ti misma. No necesitas ser otra vez la víctima nunca más ni estar enganchado a la adicción de otra persona. Hoy tienes muchas opciones. Puedes elegir crecer en un programa de recuperación positivo. Puedes elegir tener personas amorosas y proactivas en tu vida.

Sí se puede cambiar y una de las mejores evidencias de cambio es renunciar a relacionarse con personas abusivas, maltratadoras, psicopáticas. El conocerse a uno mismo, permite saber cuando se está en una relación que implica maltrato. No es necesario seguirse castigando manteniendo en la vida a estos abusivos.

Hay relaciones amorosas que le dan plenitud a la vida.

sábado, 11 de abril de 2009

Separación de Pareja en Adictos en Recuperación



Adicción en ánima y ánimus


Uno de los principales cuestionamientos hechos (principalmente por terapeutas no adictos) a los programas de autoayuda de doce pasos dedicados a la rehabilitación de adictos y sus familiares, es que en muchas ocasiones se da la separación de parejas dentro del proceso de recuperación; el razonamiento aducido para ello es que dichas parejas “no llevan el programa a su casa”, esto más bien pudiera ser una ppostura ideológica que el terapeuta intenta imponer a su paciente. Es necesario aclarar que, si bien estos programas promueven la reunión de la pareja —cosa considerada primordial en el caso de AA—, en muchas ocasiones estas buenas intenciones no se logran y la familia sigue en proceso de desintegración a pesar de que el adicto ha dejado de consumir. Incluso hay adictos en recuperación que pueden pasar por uno o varios divorcios durante periodos de recuperación continua, llegándose a considerar esto como una situación “muy normal”. Existen muchas explicaciones para ello, aquí abordaremos una no convencional, basada en la psicología de lo inconsciente. El hombre, en su inconsciente, tiene una parte femenina —Ánima— y la mujer una masculina —Ánimus—[1]. Estas áreas responden a una vida inconsciente, de acuerdo a la apreciación junguiana, que en forma de constructos actúan de manera compensatoria con las situaciones que ocurren en la superfi cie consciente.
Los procesos adictivos encuentran referente a nivel inconsciente y deben sin duda alguna responder a estas imagos que Jung teorizaba. Existe entonces una correspondencia en la pareja al nivel de los procesos inconscientes. Con esto se quiere decir que en la adicción, a nivel de la psicología profunda, se da la existencia de un determinado impulso —que también puede ser ubicado en el id freudiano—, que da lugar a ciertas relaciones objetales al nivel consciente. Cuando estos constructos se interrelacionan, es decir, cuando el ánima y el ánimus de un hombre y mujer adictos (o adicto y codependiente) interactúan, surge una confluencia de energías psíquicas interesante. Enesta apreciación de la correspondencia consciente–inconsciente, es muy importante tomar en cuenta los sentimientos que afectan a nuestro ser en el aquí y en el ahora. Para Jung, la imagen que mejor describe el complejo de ánima y el ánimus, es un nido formado por dos círculos que interactúan.
Esta interacción se da de manera autocompensadora; si empiezan a existir movimientos en uno de los círculos que no son compensados en e otro, puede aparecer un punto de ruptura, una pérdida de equilibrio en el complejo. La búsqueda de un nuevo equilibrio psíquico individual, derivado de la sensación de frustración producida por el cambio percibido por al ánima respecto del ánimus de la pareja, traerá actitudes conflictivas a nivel consciente.
La cuestión está en cómo visualizar las manifestaciones inconscientes de esta vivencia de pareja cuando una de ellas, decidida a trabajar un cambio profundo de personalidad, comienza a afectar sus propios contenidos inconscientes, llegando a trastocar el modo en que su ánima o ánimus se manifiesta.
En primer lugar, vale la pena observar algunos comportamientos que dan evidencia proyectiva de lo que la conjuntio de esta singular pareja produce.

Sueños, actuaciones patológicas, comportamiento ritual sexual, motivos de discusión, formas de control, nuevos rituales de intoxicación (que pueden incluir otra clase de conductas adictivas como el sexo compulsivo, el apostar patológico, patrones de conducta obseso compulsivos), son algunas evidencias de lo que está ocurriendo en el sustrato de esta reunión de contenidos inconscientes.
Hay que partir de los elementos que se están reuniendo, y que se encuentran ávidos de actuar la patología. Se hace manifiesto, entonces, un estado singular en la pareja que no se encuentra en el proceso de cambio en el que existe una unión de contrarios que se ve antecedida por un cierto estado previo al caos (nigredo), estado en el que el alma se encuentra vacía, en espera de que el ánima regrese. Esto implica una pérdida de la capacidad de amar, que posiblemente será recuperada.
El ennegrecimiento, la nigredo, es el estado inicial, ya sea como cualidad de la prima materia —existente antes del caos o de la masa confusa—, o bien causado por la división (solutio, separatio, divisio, putrefactio). Si, como se suponía en ocasiones, se postula el estado de división, se llega a la unión de los contrarios expresada por el símil de la unión de lo masculino y de lo femenino (el llamado coniugium, matrimonium, coniunctio, coïtus) y entonces se produce la muerte del producto de la unión (mortificatio, calcinatio, putrefactio), con el correspondiente ennegrecimiento. En virtud del lavaje (ablutio, baptisma), se puede pasar de la nigredo directamente al emblanquecimiento, o bien el alma (ánima), que ha huído del cuerpo muerto, vuelve a unirse a éste para vivificarlo, o bien los muchos colores (omnes colores, cauda pavonis) conducen a un único color, que los contiene a todos.[2]
Pero el ánima que regresará probablemente no sea la de la persona con la que en la adicción activa se compartía. En la comprensión de la actuación a nivel inconsciente de estos constructos, surge entonces el convencimiento de que la persona que se ha dispuesto a cambiar, debe manejar un gran nivel de aceptación a nivel consciente, respecto del choque que están teniendo a nivel inconsciente el ánima y el ánimus de su pareja. ¿Podría entenderse con esto la renunciación que se hace en el proceso de recuperación de la pareja, que en muchos casos se vuelve definitiva?, ¿qué tanto puede influir una terapia superficial —encaminada al abatimiento de los síntomas— ante los cambios profundos que se están gestando en el ánima y en general en todo el sustrato inconsciente?
De cualquier manera, es necesario para el adicto en recuperación llegar a entender que existe un proceso de ajuste inconsciente con su pareja, que es necesario trabajarlo y esperar con paciencia los cambios que deberán aceptarse en el sentido que vengan.

Artículo originalmente publicado en la revista LiberAddictus. Para consultar más artículos haga click en:




[1]ULANOV, A. & B. (1994). Transforming Sexuality: the Archetypal world of Anima and Animus. Boston, Shambala,. p. 24
[2] JUNG, C.G. (1950). Psicología y Alquimia. Buenos Aires, Ed. Santiago Rueda, s/f.

lunes, 6 de abril de 2009

El "Buen Hijo", Adicto al Sufrimiento

Un “buen hijo”, ha desarrollado ciertos síntomas, poco atento a que, su ansiedad, depresión, trastornos de alimentación o sueño, adicciones, pueden ser indicativos de resentimientos reprimidos e ira. En el curso de la terapia, en la medida en que se vuelve consciente del rol que ha jugado y el precio pagado por jugarlo, podrá sentirse enojado, avergonzado y resentido, en búsqueda de una venganza, aunque sea sólo fantasiosamente, aunque pudiera actuarla o incluso desplazarla hacia personas similares a los padres y hermanos. El cumplimiento de las demandas narcisistas de los padres, se encuentra en la raíz de esta variedad psicopatológica[1]. La persona sometida, muchas veces ha sido un hijo modelo “noble”, que se ha plegado a los deseos de sus padres. Esta forma de satisfacer los deseos narcisistas de los demás, va moldeando una máscara, un falso self, con el que el sujeto aparenta “ser bueno”, porque cumple con los deseos de los demás, porque les sirve. Cuando se devela su situación de hijo sacrificado, el resentimiento no se hace esperar.
Cuando se sustituye el foco del resentimiento, el blanco de la venganza, las relaciones interpersonales se pueden complicar, pues muchos de los actos estarán en función de no “quien me la hizo, sino quien me la va a pagar”.
[1] Durham, Mary Sherrill (2000). Therapist's Encounters with Revenge & Forgiveness. London, Jessica Kingsley Publishers.