lunes, 30 de junio de 2008

Narra tu Historia




Narra tu Propia Vida y Genera Pensamiento Positivo

La meditación ayuda a recuperar los pensamientos depresivos. El deprimido siempre se ve invadido por pensamientos negativos. Por ello es importante que los pensamientos paren, que no haya nada en que pensar, para de allí partir a visualizar mentalmente cosas mejores. La creación de pensamientos positivos también puede ser estimulada al construir una historia de vida positiva. El depresivo siempre ve su pasado con mucho negativismo. “Si no me hubiera pasado…”. Sin embargo, cualquier evento de la vida puede tener una perspectiva diferente a la catastrofista. Generarse una historia de vida que le relate a uno mismo la gran cantidad de momentos felices que ha habido, desencadena una mejoría constante en todos los aspectos existenciales.
La terapia narrativa es un recurso muy útil en el tratamiento de los síntomas depresivos. Recientemente, en la revista Newsweek (http://www.newsweek.com/id/142630?from=rss) se publicó un artículo que reiteraba las afirmaciones de investigadores psicológicos acerca del beneficio catártico que se obtiene al escribir y publicar un blog narrativo - existencial en internet. Escribir sobre sí mismo tiende a modificar los pensamientos de las personas. Esto nos lleva a pensar también en lo provechoso que ha sido para muchas personas escribir un diario o en algún momento de la vida, escribir una autobiografía. Se empieza a ver la vida que se ha vivido de diferente manera.
Pensar positivo y darse testimonio a sí mismo de haber tenido una vida buena no es una receta de psicólogas charlatanas o motivadoras de libros de estante de restaurant, es una visión ancestral de la vida.
El acto narrativo crea un espacio para la reflexión en el que el narrador puede observar, corregir y comentar acerca del sujeto que ha vivido. Permite un mayor conocimiento de sí mismo. Escribir de uno mismo da entrada a la humildad, a un conocimiento mayor sobre la naturaleza del ser.

lunes, 9 de junio de 2008

Compulsión a la Repetición

“En el origen de este dolor universal esta la sed de existir, la sed de los placeres que experimentan los cinco sentidos exteriores y el sentido interior, e incluso la sed de morir”
(Buda en: Dalai Lama y Carriere, 1995: 32).

Se dice que la adicción es una enfermedad progresiva y mortal (Narctóticos Anónimos, 1986), esto implica concebir a la adicción como un proceso (Nakken, 1996), una “forma de vida”, un proceso autodestrutivo.

Cuando se elimina o se suprime al menos temporalmente un síntoma adictivo cabe preguntarse: ¿Ha terminado con ello el proceso autodestructivo? ¿Por qué el adicto dirige constantemente e incluso de manera inconsciente la agresión hacia sí mismo? Esto, en un sentido clásico(Freud, 1914) implicaría ratificar la alta correlación entre adicción y depresión.

El adicto busca la muerte, no quiere esperarla. Pero lo paradójico es que también su conducta adictiva está ligada al temor de morirse. Necesita activar el sentimiento de omnipotencia – maníaco – que mantenga a raya a la muerte o al menos que la vuelva su amiga. Díganlo si no quienes rinden culto a “la santita”. Mantener una distancia pero ser acompañado por ella, jaloneado en momentos de aparente descuido, adelantando el desenlace.

La compulsión depresiva, la búsqueda de un estado nirvánico, lleva al encuentro con la muerte, pero este principio fanático se ve confrontado por el principio del placer, lo que lleva a sentir angustia de muerte e implica el alejamiento, usar un medio adictivo para sentirse omnipotente, sin embargo, esto lleva al adicto a un estado de aburrimiento – sensación subjetiva de vacío – que lleva al deseo de muerte, a la actuación de la compulsión depresiva mediante otro síntoma adictivo.

Este verdadero círculo vicioso, puede muy seguramente acompañarse de estados mneuropsicológicos cambiantes, que incluso varían en un lapso muy corto de tiempo, por ejemplo la adicción a la nicotina.

domingo, 8 de junio de 2008

SUFRIMIENTO

El llamado aspecto masoquista de quien aparece como sufrido[1] puede ser una consecuencia de la depresión, el principal punto de contacto entre ambos es la culpa, que impone el autocastigo constante que caracteriza a quien goza en el sufrimiento.

“Autorreproches y autodenigraciones”, son los signos característicos que para el melancólico propone Freud[2]. El autoreproche es un pensamiento obsesivo en el que el individuo trata de convencerse constantemente de su poca valía. La autodenigración es llevar la necesidad de sufrir al acto. Hay actos autolesivos de todo tipo, desde las lesiones autoinflingidas hasta el sometimiento a una relación destructiva, llegando hasta el suicidio o las conductas que ponen en total riesgo la integridad y la vida. En muchas ocasiones no hay premeditación, sino que se obedece a mandatos inconscientes. Hay que repetir el intento original de llamar a las cosas por su verdadero nombre universal. Se es adicto cuando se busca compulsivamente un daño que no lo parece.

En alguna ocasión escuché a un drogadicto definir al amor:

“Es un sufrimiento que te gusta, como la droga”

Ese es el valor que se le da a la autodestrucción. Hay quien le aprecia. Pero nunca será el amor. Se trata de la representación de un drama en el que hay un verdugo que el director trae a escena para castigar constantemente al personaje principal, que no deja de sentirse merecedor de un castigo. El masoquismo moral, producto de las prohibiciones que los padres hicieron bajo amenazas, muchas veces cumplidas, es muchas veces lo que impulsa a buscar un cierto tipo de relación, pues inconscientemente se busca ser castigado para sentirse amado. Sufrir para ser amado.

En razón de los sentimientos de culpa inconscientes, sufrir bajo la voluntad discrecional de un agente castigador interno equivale a recuperar el amor de alguien que sentimos que no nos quizo o que nos despreció y la unión con él; de este modo, la agresión queda absorbida en el amor.[3]
[1] PEDROTE, Mariés y TOVILLA, Andrés: Adicción al Sufrimiento, Una limitante al Desarrollo, México, 2002.
[2] FREUD, S. Duelo y Melancolía, Buenos Aires, Amorrortu, 1989.
[3] Kernberg, O. (1998): Relaciones Amorosas, Barcelona, Paidós.